En la aleya 26 de la Sura Maryam [19] Dios dice a María: “Diles (con señas): En verdad, he hecho voto al Clementísimo de ayunar, por tanto hoy no hablaré con nadie”.
Aparentemente la aleya dice que María (s.) por beneficio estaba comisionada a silenciar, y por orden de Dios se restringía a hablar durante un tiempo especial, hasta que su hijo Jesús (a.s.) hablase, y defendiese la pureza de su madre, que esto era más efectivo desde cualquier perspectiva. Pero de la interpretación de la aleya se deduce que esta ofrenda de silenciar para esa tribu y comunidad era un acto conocido, por eso no objetaron en ello. Sin embargo este tipo de ayuno en la religión del Islam no es legal. Claro está una de las prácticas del ayuno completo en el Islam es que el ser humano cuando está ayunando proteja su lengua de impurificarse de los pecados y de los actos detestables, y también aparte su vista de cualquier contaminación.[1]
El ayuno del silencio es bajo este significado que, además de los asuntos que provocan la invalidez del ayuno el silencio también se le agrega, en tal forma que si dice una palabra su ayuno se invalida.[2] Si la persona considera este asunto como un mandato de los mandatos del Islam necesario de realizar, ha creado innovación en la religión y definitivamente ha realizado un acto prohibido.
Por ello respecto a la prohibición de este mandato, todos los juristas acuerdan en esta opinión[3] y existen también muchas narraciones respecto a este asunto que aquí indicamos algunas de éstas.
El Imâm Saÿÿâd (a.s.) dijo: “صوم الصمت حرام” –“El ayuno del silencio es prohibido”.[4]
El Imâm As-Sâdiq (a.s.) transmitió del Profeta (s.a.w.): “لا صمت یوما الى اللیل” –“El ayuno del silencio no es permitido”.[5]
[1]– Exegesis Nemunah, t.13, p.45.
[2]– Recurrir a: Meshkînî Mûrtazâ ‘Alî, Mustalahât Al-Faqîh, p.344.
“صوم الصمت بأن یجعل السکوت عن الکلام فی تمام النهار أو بعضه جزءا من الصوم أو قیدا له".
[3]– Recurrir a: Âmâlî Mîrzâ Muhammad Taqî, Misbâh Al-Hudâ fî Sharh Al-‘Urwat ul-Wuzqâ, t.9, p.98.
[4]– Kulaînî Muhammad Ibn Îa’qûb, Kâfî, t.4, p.83.
[5]– Ídem, t.8. p.196.