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Dios está satisfecho de aquellos que tienen fe y realizan buenos actos, sin embargo puesto que la fe y los buenos actos tienen diversos grados y niveles, la satisfacción de Dios también es diferente.
El Paraíso también, según los grados de la fe, de la calidad y cantidad de los buenos actos de los merecedores del Paraíso, tiene diferentes niveles. El “Paraíso Ridwân” (o Jardín de la Satisfacción) ocupa el grado más elevado del Paraíso. Los merecedores de éste, es decir, los Profetas, los sucesores de los Profetas y demás santos Divinos, son los cercanos a Dios. Este grupo no necesita de intercesión, siendo ellos mismos los intercesores y testigos del día del Juicio Final. Por ello el propósito de «de quien Él esté satisfecho» en esta generosa aleya, no se refiere a los merecedores del Paraíso Ridwân como para que no exista concordancia entre la jerarquía de ellos y esta generosa aleya.
Esta generosa aleya es para refutar las sospechas de los idólatras basadas en que la intercesión de los ángeles sea por ellos; puesto que los ángeles son delegados de Dios y no violan la orden ni el permiso de Dios. Ellos sólo interceden por aquellos que primero: sean dignos de la intercesión. Y segundo: Dios haya permitido que intercedan por ellos. Dicho de otra manera, aquellos por los que interceden son aquellos que su fe es aceptada por Dios, pero sus actos provocaron su caída y necesitan que intercedan por ellos, mientras que los idólatras no fueron creyentes ni Dios está satisfecho con ellos.
El Sagrado Corán dice que Dios está satisfecho de aquellos que tengan estas especialidades:
1. tengan fe y realicen buenos actos;
2. obedezcan sin pretexto a Dios, al Enviado (s.a.w.) y a los Inmaculados Imâmes (a.s.);
3. sientan hastío hacia los incrédulos, los idólatras e hipócritas;
4. cumplan con el pacto y la promesa que hicieron con Dios, con el Enviado (s.a.w.), con el Imâm o con la gente;
5. sean veraces;
6. luchen y sean martirizados en el sendero de Dios;
7. ofrezcan los bienes, el poder y el honor en el sendero de la religión de Dios;
8. se sometan a Dios en los asuntos;
9. sean pacientes y tolerantes para realizar la obediencia, dejen de pecar, soporten las desgracias y dificultades;
10. afronten a los enemigos de la religión de Dios.[1]
Pero ¿acaso aquel de quien Dios esté satisfecho es merecedor del Paraíso Ridwân (o Jardín de la Satisfacción)? La satisfacción de Dios respecto a las personas es diferente, según los grados de fe que tengan, y la calidad y cantidad de los buenos actos que hayan cometido, así como de la firmeza de sus pasos o de sus deslices en este sendero. Aquellos que se benefician de la cumbre de la fe y no cometieron ningún pecado durante su vida, tal y como los Profetas, los sucesores de los Profetas y los santos Divinos, gozarán en el mundo del elevado grado de la satisfacción de Dios y en la otra vida, además de eso entrarán en el Paraíso Ridwân. Sin embargo aquellos que cometieron errores durante su vida, aunque poseen ese grado de cercanía son colocados en el siguiente nivel, pero no serán merecedores del Paraíso Ridwân.
Una explicación es que: puesto que las bendiciones del Paraíso en realidad son la visualización de los pensamientos, estados y actos de los seres humanos, los seres humanos poseen diversos grados de fe y actos buenos, el Paraíso también tendrá diversos grados y niveles.
En las aleyas del Sagrado Corán estos grados fueron presentados con diversos nombres tales como: Mi Jardín,[2] Jardín de la Satisfacción de Dios,[3] Jardín de la Delicia,[4] Morada de la Paz,[5] Jardines del Edén,[6] Jardines del Paraíso,[7] Jardín de la Eternidad,[8] Jardines de la Morada,[9] Jardines y Arroyos.[10]–[11] En algunas narraciones fue mencionado que el Paraíso posee cien niveles[12], que estos niveles dependen del grado de la fe de las personas y de sus actos. Por ello las personas, según su fe y sus actos, son clasificadas dentro de los niveles del Paraíso. Entre estos, aquellos que en forma periódica poseen las características de los atributos satisfactorios de Dios, y en ocasiones realizan buenos actos y en otras malos, su entrada en el Paraíso no es definitiva.[13] Muchas veces sucede que para entrar en el Paraíso necesitan de la intercesión de alguien. El propósito de «de quien Él esté satisfecho» en la Sura Al-Anbîâ (21:28) se refiere a este grupo, no a los dueños del Paraíso Ridwân. Puesto que los dueños de ese Jardín, ellos mismos son de los intercesores y de los testigos del día del Juicio Final y no necesitan de intercesión. Por ello cabe preguntar que ¿cuál fue el motivo de la revelación de esta aleya?
Los idólatras de la Meca adoraban y se prosternaban ante los ídolos porque los suponían como intercesores ante Dios y decían: «No los adoramos sino para que nos aproximen a Dios»[14] puesto que «¡Éstos son nuestros intercesores ante Dios!».[15] Sin embargo Dios al negar que los ídolos provocan beneficios o pérdidas refuta esta idea de ellos; porque los ídolos no pueden hacer nada y carecen del poder para eliminar una pérdida o hacer llegar un beneficio a sí mismos o a los demás, que decir que puedan cumplir las necesidades de alguien o resolver algún problema del ser humano en el mundo, o quieran interceder el día del Juicio Final por esos idólatras ignorantes.
Por otra parte esos idólatras, consideraban a los ángeles como hijas de Dios, y los adoraban y se prosternaban ante ellos, y creían que los ángeles el día del Juicio Final intercederían por ellos. Esta idea errónea de los idólatras fue también refutada a través de la revelación de la generosa aleya: «¡Glorificado sea! (los ángeles) No son (hijas de Dios) sino siervos favorecidos. * No se adelantan a Él al hablar y actúan conforme a Sus órdenes. * Él conoce lo que tienen entre sus manos y lo que tienen a sus espaldas (tanto en el mundo como en la otra vida) y no interceden por la salvación de nadie excepto de quien Él esté satisfecho y (los ángeles) sólo por temor a Él se angustian».[16] Por ello sin Su permiso no realizan acto alguno, ni tampoco acto en contra de Su satisfacción, entonces no serán intercesores de los idólatras.
Una explicación a esto es que la intercesión de los intercesores es por tres causas: (1) para elevar el grado de los merecedores del Paraíso en el Paraíso; (2) para salvar de los castigos del Infierno antes de entrar en ese; (3) para salvar del castigo y disminuir la permanencia en el Infierno, después de haber entrado en ese. Es evidente que ordenadamente estas conclusiones y diferencias de ellos dependen de la dignidad, de la fe y de los actos de los merecedores de la intercesión.[17] Para que la salvación del castigo por medio de la intercesión comprenda a alguien, depende de las tres siguientes condiciones:
1. Nadie tiene permiso para interceder por nadie sin el permiso de Dios; puesto que el día del Juicio Final, el soberano y juez absoluto es Dios, y la intercesión es la manifestación de la precedencia de la Clemencia Divina a la Ira de Él.
2. Los intercesores son los únicos que: (a) ellos mismos no necesiten de la intercesión, y posean un alto grado de fe y buenos actos; (b) interceden consciente y justamente; (c) con permiso de Dios lo realizan.
3. Los merecedores de la intercesión deberán: (a) necesitar de la intercesión; (b) ser meritorios de la intercesión y dignos de ser bendecidos por Dios y a través de la intercesión de los intercesores salvarse del castigo. (c) Los obstáculos de la intercesión; tales como la incredulidad, la hipocresía, la idolatría, negar la intercesión y depreciar la oración.
Tomando en cuenta las condiciones anteriores, si se recurre a las demás aleyas respecto a la intercesión, se concluye que los creyentes y los ángeles, no solamente no tienen permiso para interceder por los idólatras, los hipócritas y los incrédulos, sino que incluso no tienen permiso para suplicar ni pedir por el perdón de ellos. Dios Sublime dice: « Da lo mismo que pidas o no que se les perdone (a los idólatras e hipócritas). Aunque lo pidieras setenta veces, Dios no les perdonaría»[18], puesto que: «En verdad, Dios no perdona a quien adora a otro distinto a Él pero, aparte de eso, perdona a quien Él quiere. Y quien adore a otro que a Dios se habrá extraviado profundamente».[19] Y puesto que los Profetas y los ángeles son inmaculados, nunca desobedecen la orden de Dios [20] y no intercederán por los idólatras. Suponiendo que los demás creyentes intercedan por ellos, su intercesión por los idólatras, los hipócritas y los incrédulos no es aceptada por Dios; porque el soberano más elevado es Él, y estos tres grupos abusando de su libertad se negaron a sí mismos la dignidad de comprende la benevolencia y la intercesión. Ellos carecen de fe y de buenos actos registrados en el Libro de los Actos, como para que Dios a través de estos registros esté complacido de ellos, y como para que Dios permita a los intercesores mediar por ellos, o como para ser perdonados por Dios suponiendo que los creyentes intercedan por ellos, y sea aceptada la intercesión de los intercesores. Por ello las suposiciones de los idólatras basadas en la intercesión de los ídolos o ángeles para ellos, no son más que ilusiones o imaginaciones y el día del Juicio Final no se realizará.
Entonces la satisfacción y complacencia es un asunto relativo que tiene muchos grados. Es correcto si se dice Dios está satisfecho de las creencias y la fe de un siervo, e insatisfecho respecto a sus actos y conducta. O se dice respecto a algunos actos del siervo está satisfecho y respecto a otros actos de ese mismo siervo está insatisfecho. Por lo tanto no existe contradicción si Dios acerca de un siervo (respecto a algunos actos) esta satisfecho al mismo tiempo ese siervo no sea merecedor del Paraíso Ridwân, sino que ese mismo siervo (respecto a algunos otros actos y abominables) sea digno del castigo.
Fuentes para mayor estudio:
1. La conducta del Profeta en el Corán (Interpretación temática), ‘Abdul.lah Yawâdî ‘Âmulî, t.6, pp.99-113.
2. El Paraíso y el Infierno, Ahmad Habîbîân, pp.249-251.
3. La sabiduría islámica en las obras del Shahîd Mutaharî, ‘Alî Shîrwânî, pp.227-254.
4. Estudios Islámicos, Saîîed Muhammad Husâîn Tabâtabâî, pp.355-367.
5. Exegesis Al-Mizân, Saîîed Muhammad Husâîn Tabâtabâî, t.14, p.277, a continuación de la aleya 21:28.
6. Enseñanzas de las Creencias, Muhammad Taqî Misbâh Ÿazdî, t.3, lecciones 58-60.
7. Las Sabidurías del Sagrado Corán, Muhammad Taqî Misbâh Ÿazdî, t.1 a 3, pp.66-68.
8. El motivo de la aparición de las Escuelas, Nâsir Makârim Shirâzî, pp.151-177.
[1]– Sagrado Corán (98:8); (59:8); (20:130); (58:22); (9:100); (5:119); (3:16 y 169-174); (48:18 y 29); (4:64); (40:7).
[2]– Sagrado Corán 89:30.
[3]– Sagrado Corán 3:15.
[4]– Sagrado Corán 5:65.
[5]– Sagrado Corán 6:127.
[6]– Sagrado Corán 9:72.
[7]– Sagrado Corán 18:107.
[8]– Sagrado Corán 25:15.
[9]– Sagrado Corán 32:19.
[10]– Sagrado Corán 54:55.
[11]– Habîbîân Ahmad, El Paraíso y el Infierno, pp.25-249.
[12]–Bihâr, t.8, pp.117-196.
[13]–Sagrado Corán 9:102 y 106.
[14]– Sagrado Corán 39:3.
[15]– Sagrado Corán 10:18.
[16]– Sagrado Corán 21:26-28.
[17]– Shîrwânî ‘Alî, La sabiduría Islámica en las obras del Shahîd Mutaharî, pp.227-254; Makârim Shirâzî Nâsir, El motivo de la aparición de las Escuelas, pp.151-178; Yawâdî ‘Âmulî ‘Abdul.lah, La conducta del Profeta en el Corán (Interpretación temática),t.6, pp.99-113; Misbâh Ÿazdî Muhammad Taqî, Las Sabidurías del Sagrado Corán, lección 59 y 60..
[18]– Sagrado Corán (9:73, 85 y 96); (11:37, 46 y 76); (63:6); (23:74); (22:31).
[19]– Sagrado Corán (4:48 y 116).
[20]– Sagrado Corán (66:6); (16:50).