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La salud de la sociedad depende de la salud de sus integrantes (sean hombres o mujeres); y la salud de los integrantes de la sociedad es posible por medio de una educación correcta. La religión del Islam en el campo de la educación de los hijos (el primer grado de educación) y en la educación de los demás niveles ha dado útiles mandatos, que en caso de ser cumplidos correctamente la sociedad se volverá saludable, sin la necesidad de esfuerzos ni de crear limitaciones extremistas.
El Islam determinó obligaciones para cada individuo tomando en consideración las diferencias físicas, espirituales y psíquicas, así como las especialidades de cada uno, hombre y mujer (chico o chica). El propósito del Islam de obedecer estas órdenes y obligaciones es la protección de los valores humanos de la mujer y el hombre, no la limitación ni severidad hacia ellos.
La salud de una sociedad depende de la educación sana y de la salud de todos sus integrantes (mujeres y hombres). Si en una sociedad sólo las mujeres son sanas y respetan los asuntos educacionales y morales, pero los hombres se encuentran libres sin respetan los fundamentos morales, esta sociedad no podrá encontrar tranquilidad. Al contrario si los hombres son completamente sanos y las mujeres se encuentran libres aun así no tendremos una sociedad saludable, encontrándose ésta en constante peligro. La sociedad será saludable cuando tanto los hombres como las mujeres que lo integran hayan sido educados sobre los fundamentos correctos y sean sanos, y conociendo las calamidades y las amenazas que ponen en peligro a la salud se protejan en contra de estos.
Considerando que la mujer y el hombre (chica o chico) cada uno tiene singularidades especiales propias, los factores y los obstáculos de la salud de cada uno tienen diferencia con las del otro. Al igual que en un jardín cada una de las flores y plantas son diferentes, y necesitan de una forma especial de cuidado, en la sociedad humana también las flores del jardín de la vida (chicos y chicas) demandan un cuidado y atención especial de sí mismos, siendo éste en cada uno de ellos. La mujer y la chica, puesto que son criaturas muy delicadas, y según lo dicho por el Imâm ‘Alî (a.s.): “La mujer es una flor perfumada no un campeón…”[1], muy sensible y muy frágil, que puede deshojarse a través de una leve brisa, por lo que deberá tener sus cuidados y atenciones especiales. Entonces el Islam hizo obligatorio un hiÿâb y vestimenta especial para las mujeres. Este hiÿâb provoca la preservación de la mujer de cualquier calamidad y peligro que posiblemente en cualquier momento pueda poner en peligro su valor, su generosidad y su joya de pudor. Este hiÿâb en realidad crea respeto y veneración de la mujer, no limitación ni tampoco es un insulto hacia ella. ¿Acaso cuando a una joya valiosa la colocan en un cofre para protegerla de los ladrones, lo cierran con un gran candado y lo colocan en un lugar seguro redujeron su valor o hicieron esto por el gran valor que tiene? Sin duda la trataban de proteger ya que conocían el valor de esa joya. Los mandatos del Islam respecto a la vestimenta y el hiÿâb de las mujeres son por esta misma razón.
Pero el género masculino no tiene estas particularidades, estas delicadezas ni sensibilidades. Por lo tanto no necesita de ese cuidado ni vestimenta (en la medida de la vestimenta de las mujeres). Pero al mismo tiempo el Islam otorgó también para los hombres algunas obligaciones que en caso de que las realicen correctamente y las mujeres realicen también sus obligaciones, la sociedad se mantendrá sana.
Otro punto son las diferencias del temperamento y de los sentimientos entre la mujer y el hombre. Y puesto que la mujer tiene sentimientos muy delicados, Dios Sublime dictó mandatos especiales respecto a ellas, que la obediencia de estos mandatos traerá como consecuencia el balance de estos temperamentos y sentimientos. Y si estos temperamentos no son balanceados los fundamentos de la familia y otros se derrumbarán.
En conclusión todos los mandatos que el Islam dio a las mujeres, y todas las obligaciones que determinó para ellas son con el propósito de proteger los beneficios de éstas y de la sociedad, y a esto lo llaman protección, no limitación ni severidad. Lo mismo sucede con las obligaciones y responsabilidades determinadas para los hombres.
Para más información recurrir al libro de La Filosofía del Hiÿâb, Profesor Mutaharî.[2]