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El sol purifica el suelo, el edificio y aquello como las puertas y ventanas del edificio, así también el clavo en la pared (considerado parte del edificio) con seis condiciones:
Primero: Que la impureza esté mojada al punto tal que si contacta con otra cosa, la moja. Si está seca deberá mojársela para que el sol la seque.
Segundo: Que el elemento propiamente impuro sea removido del sitio y éste queda húmedo para que el sol lo seque.
Tercero: Que nada se interponga entre el sol y la parte a purificar, entonces si el sol brilla sobre algo por detrás de la cortina, nube y parecido a estos, y seca la parte impuro, esa parte no es purifica. Pero si la nube es tal ligera que no impide el paso los rayos del sol, no tiene problema.
Cuarto: Que solamente sea el sol lo que seque el objeto impuro. Entonces por ejemplo si algo impuro se seca por medio del viento y el sol, no se purifica. Pero si el viento es tan mínimo que no digan que ayudó a secar algo impuro, no tiene problema.
Quinto: Que el sol seque a la vez la parte del edificio o la construcción que absorbió la impureza, entonces si una vez brilla sobre el suelo o el edificio impuro y seca la parte superficial de éste, y otra vez seca la parte interior, sólo se purifica la parte externa mientras que la parte interna continúa impura.
Sexto: Que entre el suelo o el edificio sobre el cual irradia no exista un espacio o se interponga algún objeto puro entre los dos.[1]
El sol purifica las esterillas impuras, así también purifica los árboles y las plantas. [2]
Por lo tanto el único medio para purificar la ropa, la cobija o la alfombra impura es lavarlas con agua, y el sol no puede purificar estos objetos en caso de que estén impuros.