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El propósito de ceguera en esta generosa aleya[i], y en otras parecidas[ii] a ésta, no es la ceguera corporal en el mundo, sino que su fin es que la persona a propósito se muestre ciega; es decir, a pesar de que ve las manifestaciones de la existencia de Dios, la legitimidad del Profeta (s.a.w.) y del Walî (a.s.) o guardián, y acepta la verdad y la veracidad, pero no cree en ellos con sinceridad. Es como si sus ojos nunca hubiesen visto estos efectos y generosidades. Se comporta en tal forma con los asuntos Divinos que parece como si nunca los hubiese visto ni escuchado, por ello evita decir y confesar la verdad. Según la explicación del Corán es un ciego, sordo y mudo (a propósito).
En la Otra vida en la que por lo generan los castigos se ven en forma manifiesta, el ennegrecimiento de su corazón se refleja en su exterior y provoca su castigo y tortura, y en el lugar donde se reúnen el día de la Resurrección (Mahshar) en el que las aleyas Divinas y los creyentes se manifiestan, él está ciego e incapacitado para observar la belleza encantadora de la Verdad, el rostro luminoso de los creyentes y las bendiciones del Paraíso, e incapacitado para encontrar el sendero hacia el Paraíso. Por ello después de entrar en el Infierno para que su castigo se intensifique sus ojos se abren ante los diversos castigos y ante los merecedores del Infierno que sufren, al igual que sucedió también en el mundo, que cerraba sus ojos ante la verdad y las realidades y los abría ante lo falso, ante el mundo y los partidarios del mundo.
Entonces no le son quitadas las comprensiones, sino que el día del Levantamiento las comprensiones de todos llegan a su culminación, y todos llegan a contemplar lo evidente sobre los asuntos ocultos tales como la existencia de Dios y la revelación, el ángel, el Paraíso, el Infierno y otros, y nadie tiene el poder para negar o dudar en estos asuntos.
La construcción del ser humano tiene perspectivas y poderes numerosas que algunas son externas y sensoriales, y otras internas que corresponden a lo intrínseco y al alma de éste; por ello los poderes externos, además de servir al cuerpo y ser medios para obtener los placeres y las necesidades de éste (al igual que tienen este misma obligación en los animales), son también un canal para hacer llegar la información al corazón y adquirir el conocimiento e incitar los sentimientos; y así guían al ser humano durante el largo de su vida. Ahora si el ser humano utiliza perfectamente estas bendiciones sensoriales –en especial la vista y el oído– y usa estas dos herramientas en el camino correcto, y se beneficia de éstas en el sendero para elevar su humanidad, puede ser llamado vidente y oyente; no sólo que oye y ve. Pero si a estas dos no las utiliza en su lugar apropiado y, en forma general, al conocimiento que se deriva de éstas lo supone como no escuchado ni visto y calla esos conocimientos, es como si básicamente no hubiese oído ni visto; puesto que sus ojos y oídos carecieron de ese benéfico que debieron otorgarle a la vida pura de él, y esta falta de beneficio no es por la deficiencia ni defecto en los ojos y oídos de la persona, sino que se deriva del abuso de libertad del ser humano y la falta de advertencia y notificación hacia esos logros.
Por ello, que tantas veces el ser humano observa las indicaciones de la existencia de Dios, la creatividad, la clemencia y el favor de Él, pero no cree en Dios: Ve las indicaciones de la veracidad del Profeta (s.a.w.) y sus milagros, pero no lo acepta y no cumple con sus ordenes. Escucha las palabras claras del Profeta (s.a.w.) respecto al Walî (a.s.) y entiende las generosidades y virtudes de él, pero las niega, y en conclusión niega el liderazgo del Walî y no pacta con él y se rebela ante él. A pesar de poner atención en lo dicho por Dios y por el Profeta (s.a.w.), y por la veracidad de ellos y los signos de la necesidad del día del Juicio, niega la existencia de la Vida Eterna, del Paraíso y del Infierno… En caso de que alguien en el mundo durante su vida ha vivido así, cerró sus ojos ante la humanidad y lo espiritual, y dio la espalda y no obedeció a Dios, a Su Mensajero (s.a.w.) y a su Walî (a.s.). Y en la Otra vida también, que es el lugar donde se manifiestan los actos y donde se recibe la recompensa y el castigo, se verá privado de ver la belleza encantadora omnipotente de Dios en toda Su Gloria, el rostro angelical del Profeta (s.a.w.), de los Santos Divinos de Dios (a.s.) y de los creyentes, y se verá privado de observar las bendiciones del Paraíso, hasta que entre en el Infierno. Tal y como en el mundo, por el ennegrecimiento de su corazón, no fue en busca de su felicidad, y en la Otra vida también se presentará ciego el día de la Reunión y se verá privado de encontrar el Paraíso.
En el Sagrado Corán los siguientes factores del mundo han sido presentados como causas de la ceguera el día del Levantamiento:
Olvidar a Dios, amar lo mundano y los deseos concupiscentes[1], la obstinación y buscar pretextos[2], olvidar la Otra vida y no creer en ella[3], evitar que la gente acepte la religión y calumniar a Dios[4], negar las aleyas Divinas y al Profeta (s.a.w.)[5], cortar las relaciones familiares (y rechazar el liderazgo del Walî a.s.), ser desobediente y rebelde[6]. En las narraciones los siguientes asuntos también fueron mencionados como ejemplos de la ceguera y de pasar por alto la verdad:
La ceguera en la Otra vida es rechazar el liderazgo del Imâm ‘Alî (a.s.), no ir a la Peregrinación Mayor a pesar de ser obligatorio para él y de tener la capacidad para hacerlo, hasta que muera.[7] Claro está en las narraciones también se ha mencionado el asunto de las aleyas.
La ceguera en la Otra vida no significa que la persona no tenga ninguna otra comprensión, tal y como en el mundo fue. En el lugar de la Reunión él siente su ceguera y se percata también de que ese lugar es un lugar fuera del mundo, y allá tenía ojos, y aquí no tiene. Por ello comienza a protestar, al igual que era su costumbre en el mundo, que protestaba y era terco.[8]
Pero aquello que se deduce de lo aparente del Corán y de algunas narraciones e investigaciones de los exegetas es que: el día del Levantamiento tiene numerosas estaciones hasta que finalmente los merecedores del Paraíso entran a éste, y los merecedores del Infierno son aventados a ése; y la ceguera de este grupo corresponde a las estaciones del lugar de la Reunión hasta antes de entrar al Infierno, para privarlo de ver la gloria y soberanía de Dios y de Sus Santos. Pero después de entrar en el Infierno sus ojos se abren para ver doble el castigo, y para lamentarse por no haber visto a los Santos Divinos (a.s.) y ver a los merecedores del Infierno en tormentos, y su feo rostro.
Algunos cortos de visión supusieron que el propósito de «Y quien estuvo ciego en esta vida» es la ceguera corporal del mundo, es decir, aquellos que no pueden ver, aunque sean clarividentes y sabios, en la Otra vida están ciegos en el lugar de la Reunión. Mientras que el propósito de la aleya no es eso, sino que el propósito de «estuvo ciego en esta vida», significa ennegrecido de corazón en el mundo. Pero el fin de «estará ciego en la Otra vida», es una ceguera externa y manifiesta del ennegrecimiento de corazón en su rostro hasta que provoca su castigo. Tal y como dijimos esta ceguera en su Otra vida se realiza en el lugar de la Reunión, pero después de entrar en el Infierno sus ojos se abren ante los castigos y manifestación de sus demás actos, para que sienta más torturas, al igual que él actuó en el mundo, es decir, cerraba sus ojos ante los signos de Dios y Sus Santos Divinos, y los abría y se concentraba en los bienes del mundo y en sus copartidarios.
“¡Dios nos cuide de la maldad del deseo concupiscente!”
Fuentes para mayor estudio:
1. Ÿawâdî Âmulî ‘Abdul.lah, El innato natural en el Corán, t.12, pp.97-104 y 139-140.
2. Ÿawâdî Âmulî ‘Abdul.lah, La gnoseología en el Corán, t.13, pp.357-362.
3. Saîîed Muhammad Husâîn Tabâtabâî, Exegesis Al-Mizân, t.13, pp.232-233, y t.14, pp.314-316.
4. Saîîed ‘Abdu Al-Husaîn Taîîeb, ‘Ataîîeb Al-Baîân, t.8, p.287-388.
5. Muhsin Qarâ’atî, Exegesis Nûr, a continuación de la aleya en cuestión al pié de página.
6. Muhammad Ibn Muhammad Ridzâ Qumî Mashhadî, Kanz Al-Daqâ’iq, t.7, pp.463 y 523-524, y t.8, pp.368-371.
7. Nâsir Makârim Shirâzî, Exegesis Nemunah, a continuación de las aleyas en cuestión.
[1]– Sagrado Corán (20:124-127); (17:72-97).
[2]– Sagrado Corán (41:17).
[3]– Sagrado Corán (27:66).
[4]– Sagrado Corán (11:18-28).
[5]– Sagrado Corán (6:4-5); (7:64); (2:17-18).
[6]– Sagrado Corán (47:22-23).
[7]– Ver: ‘Ataiîb Al-Baîân, t.18, pp.287-288; Al-Mizân, t.4, p.314; Kanz Al-Daqâ’iq, t.7, pp.456-462 y 523-524, y t.8, pp.368-371.
[8]– Sagrado Corán 20:124-127.